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Dios es mi luz

Conoce su corazon

¿Conoces lo que hay en tu corazón?

 

Rabia. Frustración. Impotencia. Una amalgama de sentimientos encontrados mientras su esposo cerraba la puerta tras de sí, con fuerza. Tomó entre sus manos el diario que estaba leyendo, a primera hora de la mañana, y lo arrojó con fuerza contra la pared. No podía aceptar que además de ser infiel, su esposo justificara su actitud y, además, amenazara con agredirla.

--Dios mío, no soporto más…--murmuró con el mayor desconsuelo de que pudiera tener memoria. Luego, sin medir el alcance de lo que hacía, tomó el teléfono. Marcó su teléfono. Por lo que intuyó, iba conduciendo el auto.—Te odio, ¿oyes? Te odio…--le gritó con fuerza una y otra vez hasta que se cortó la comunicación.

El día se le hizo eterno. Miraba el reloj una y otra vez, presa de la angustia. No alcanzaba a imaginar lo que ocurriría cuando él regresara. Y pasadas las siete de la noche, cuando apenas iniciaban los titulares del noticiero de televisión, escuchó la puerta que se abría. El hombre se dirigió a ella. Con la mano le hizo un gesto de que no se levantara.

--Escúchame, no vengo a discutir. Quiero que hablemos como seres civilizados. ¿Puedes escucharme?—interrogó.

--Sí, creo que sí…--, dijo ella.

--Mi infidelidad no es de ahora. Lleva más de cuatro años. No quería decírtelo pero creo que llegó el momento de hablar con claridad sobre el asunto. Hace mucho tiempo que no te amo. Compartir cada día a tu lado se convirtió en un martirio. Y, sí, quiero separarme…--guardó silencio, evaluando cada gesto de su esposa.

No hablaron más. Y aunque ella rompió a llorar y lo hizo buena parte de la noche, hasta que sus ojos agotaron las últimas reservas de lágrimas, no encontraba explicación para la actitud de su marido. "Pudo ser honesto y decírmelo antes", murmuraba una y otra vez.

Sólo unos meses después, él y ella comprendieron que sus corazones les habían confundido. Al esposo, porque confundió los sentimientos hacia su esposa y, sin amarla, contrajo matrimonio. Había sido disoluto desde siempre y creyó que podía cambiar. Y en cuanto a la joven mujer, el corazón la había traicionado porque había hecho, de su esposo, un ídolo…

Lo que guarda el corazón

Científicamente identificamos el corazón como el músculo que palpita incesantemente para darnos vida. Sin embargo en las Escrituras hallamos que el corazón es el lugar donde se guardan nuestras emociones y sentimientos. La palabra proviene del término griego Kardia.

Cuando lo comprendemos, entendemos en su verdadera dimensión lo que quería decir el Señor Jesús cuando enseñó a sus discípulos y a nosotros hoy: "…porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lujuria, la envidia, la calumnia, el orgullo y la insensatez. Todas estas maldades salen de dentro y contaminan al hombre" (Marcos 7:21-23).

Estas palabras dejan claro que nuestro ser más íntimo, aquél que nadie conoce, debe ser guardado ya que almacena, tanto los pensamientos que conducen a las acciones positivas y edificantes, como las que llevan a practicar la maldad, cuyas consecuencias son desastrosas para todo ser humano. Lo que decimos o hacemos sin duda es el reflejo de lo que hay dentro nuestro. Es probable que nadie alrededor, ni siquiera la persona más cercana en su vida sentimental

Es evidente, como leemos en la Palabra, que Dios conoce lo más profundo de nuestro ser y a Él no le podemos mentir: "…porque el Espíritu todo lo escudriña…" (1 Corintios 2:10).

El rey David se reconoció delante del Señor que estaba desnudo en Su presencia. El rey David se reconoció delante del Señor que estaba desnudo en Su presencia. "Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme. Has entendido desde lejos mis pensamientos" (Salmo 139:1).

Tú puedes cambiar

Cuando no conocemos lo que hay dentro de nosotros en el corazón, difícilmente podemos cambiar. Negaremos, por ejemplo, que guardemos rencor. O tal vez que albergamos temores. Pero si descubrimos lo que guardamos, el proceso de crecimiento personal y –por supuesto—espiritual, será mucho más fácil.

El autor sagrado describió una radiografía de quién era. "Examíname, Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Ve si hay en mí camino de perversidad y guíame en el camino eterno" (Salmos 139:23-24. Cf.).

Si nos tomáramos el trabajo de realizar una autoevaluación, un examen juicioso, sin duda descubriríamos los errores en los que incurrimos y los cambios que, con el poder de Dios, debemos aplicar. No es en nuestras fuerzas sino en las del Señor.

Tenga claro que sí es posible cambiar. Dios nos ayuda a lograrlo. Pero es esencial que sometamos a Él todo nuestro ser, los sentimientos y pensamientos, y si hay heridas, pedirle que nos sane. Con el mover de nuestro amado Hacedor, se producirán los cambios que tanto necesitamos. Grábelo en lo más profundo de su corazón: Dios le ofrece una oportunidad para emprender el camino que siempre anhelo…

¡Tome la mejor decisión de su vida!

Hoy es un día muy importante para su vida. No leyó estas líneas por casualidad. Sin duda, Dios tiene un plan. Es algo maravilloso. Le abre las puertas para que cambie y crezca, como persona y en su relación con el Padre. ¿Cómo hacerlo? Recibiendo a Jesucristo como Su Señor y Salvador. Es muy sencillo. Simplemente repita, en sus propias palabras:

"Amado Señor Jesús: reconozco que he pecado. También, que moriste en la cruz por mis pecados, para traerme perdón. Te abro mi corazón. Entra en él y haz de mí la persona que tú quieres que yo sea

. Amén".

¡Felicitaciones! Ha dado el paso más importante de su vida. Ahora tengo tres recomendaciones para usted. La primera, que hable diariamente con Dios. Orar es hablar con Dios. La segunda, que lea la Biblia. En ella aprenderá principios que transformarán su existencia, y la tercera, que comience a reunirse en una iglesia cristiana.

 

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