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Dios es mi luz

la tristeza del payaso

 

La tristeza del payaso nubló la tarde

                                                            


Lo que le despertó aquella sensación de vacío y soledad, fue ver un payaso triste sentado sobre la acera. Vestía una camisa con cuadros de colores, un pantalón verde a rayas, unos zapatos rojos puntiagudos, una nariz brillante que contrastaba con su cara pintada de blanco, y pelo de color morado.

 

En otras condiciones debía ser un espectáculo. Pensó por un instante que miles habrían reído con sus ocurrencias. Pero ahora no era así. Todos pasaban a su lado sin prestarle atención. Las primeras sombras de la noche cubrían a Santiago de Cali y nadie quería demorarse en llegar a casa. Una carrera desmedida. Una confusión de rostros. Unos alegres. Otros acongojados. Cada quien preocupado por su propio drama. El payaso, con una enorme tristeza que embargaba su ser. Seguía en su lugar, inmerso en su dolor, ajeno a los demás.

"Debería estar riendo y haciéndonos reír" razonó. Al fin y al cabo esa era la esencia de un artista como aquél. "¿Acaso la tarea de los payasos no es traernos alegría?" se preguntó mientras avanzaba deprisa hacia el parqueadero de vehículos.

 

Jamás olvidó aquella escena. La conservó para siempre en su corazón. Todavía la recuerda. Es la evocación de una postal vieja como el tiempo, guardada en el baúl de los momentos amargos: La de un payaso triste sentado sobre la acera...

Lo que esperan de nosotros

 

 

... Eso pensamos. Que la esencia de un cómico es alimentar la alegría. Igual piensan los demás de nosotros. Esperan que, como cristianos, vivamos felices. Pero no es así. Usted lo ha comprobado. Llegan momentos difíciles. Caemos bajo el peso abrumador de las circunstancias. Incluso, no quisiéramos seguir adelante. Eso pocos lo saben. Tal vez usted y Dios únicamente.

 

 

Sin embargo las dificultades no pueden robarnos la paz. Es una decisión personal. Permitimos que nos dominen. O las dominamos. Si lo asumimos, haremos realidad la invitación de Pablo a los creyentes de Tesalónica:" Estad siempre gozosos" (1 Tesalonincenses 5:16).

 

Bonitas palabras, pensará. ¿Y cómo llevarlas a la práctica? Reconociendo que Dios puede gobernar nuestras emociones. Basta abrirle las puertas de nuestro ser. Si lo hacemos, podemos pedirle el gozo aunque el panorama a nuestro alrededor esté poblado de sombras. La alegría, el optimismo y la esperanza brotarán de nuestro ser. Como una fuente inagotable. Es hora de comenzar...

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